Mucho antes de que los fenicios llegaran a la isla de Malta, la isla ya había sido cuna de otras civilizaciones. Contamos con numerosos vestigios de una cultura megalítica todavía muy desconocida, que habitó las islas del archipiélago maltés y construyó templos pétreos sin parangón, los más antiguos de toda la Europa prehistórica. Un verdadero enigma en torno a esta impresionante y prolífica muestra de megalitismo.
Si visitamos Malta recién entrado el otoño, nos encontraremos con un paisaje árido, repleto de colores ocres, tanto por su tierra como por sus construcciones de piedra caliza. En la isla no existen ríos y el agua necesaria para la subsistencia proviene de las lluvias invernales, de algunos manantiales y, en su mayoría, de la potabilización del mar. A la vista de este escenario, hay que preguntarse por qué hallamos allí, a lo largo y ancho del archipiélago, tal cantidad de monumentos megalíticos y vestigios arqueológicos tan singulares como los cart ruts.
Cambios geológicos en el Mediterráneo
Para empezar a establecer hipótesis, hay que volver la mirada muy atrás en el tiempo y retroceder seis millones de años. En esa época, el Mediterráneo quedó aislado del océano Atlántico y el nivel del agua descendió más de mil metros por debajo del actual. Este mar se convirtió en un gran desierto con lagos salinos en su interior, así que los continentes africano y europeo tenían entonces un perfil muy diferente al actual. Un evento geológico posterior desconocido hasta la fecha abrió un gran hueco en el estrecho de Gibraltar y provocó que el Mediterráneo se llenara de nuevo en menos de dos años, a un ritmo de diez metros al día.
En esa época, el Mediterráneo quedó aislado del océano Atlántico y el nivel del agua descendió más de mil metros por debajo del actual
Cabe suponer que, durante el descenso de las aguas, Malta, Sicilia y la península itálica estaban conectadas entre sí, lo cual permitía la llegada de especies provenientes del continente al archipiélago maltés. tras la repentina inundación de la cuenca mediterránea, estas quedarían atrapadas allí. Así parecen demostrarlo restos paleontológicos, como los de elefantes e hipopótamos enanos (Paleoxodon mnaidriensis y Paleoxodon falconeri en el primer caso, e Hippopotamus pentlandi e Hippopotamus melitensis en el segundo); unas especies procedentes de Asia que, al quedar atrapadas en un espacio reducido (tenemos vestigios en Malta y Sicilia) y carecer de depredadores, habrían reducido su tamaño considerablemente, llegando a alcanzar tan solo noventa centímetros de alto.
Si en la isla de Malta habitaron este tipo de especies, es porque las condiciones de vida serían mucho mejores que las actuales: habría vegetación, animales y, lo que es más importante, agua en abundancia. Este último punto puede probarse, pues en el territorio actual encontramos lechos con sedimentos y cantos rodados, que nos confirman, efectivamente, la anterior presencia de ríos. Un panorama muy diferente al de hoy en día.
Si esa situación se mantuvo en el tiempo, haría lógica la hipótesis de que el archipiélago maltés resultase atractivo para la vida humana. Así parece constatarse por la llegada del hombre a este lugar unos seis mil años antes de nuestra era. Aquella población, de la que se sabe que habitó en cuevas y grutas, comenzaría a erigir inmensos templos megalíticos un milenio y medio después, durante un período que duraría aproximadamente hasta 2500 a. C. En ese momento, desaparece todo vestigio humano hasta la llegada de nuevos pobladores en la edad del bronce.
¿Qué pasó, entonces, para que esa importante cultura megalítica desapareciera? ¿Cabría suponer, quizá, un nuevo evento geológico o climático que implicara la pérdida de flora y fauna o la desecación de los ríos, lo cual dejaría el territorio inhabitable para el ser humano?
La cultura megalítica de Malta
El primer templo megalítico conocido en Malta es Ta’ Ħaġrat, que se ha datado en torno a 4500 a. C., lo cual lo convierte en el más antiguo de Europa, muy anterior a Stonehenge (2500 a. C.). El yacimiento se halla en ruinas, aunque quedan algunas piedras erguidas, donde encontramos extraños agujeros en la piedra; debieron realizarse con una herramienta curva, cuya tecnología desconocemos. Aparece también un motivo decorativo, consistente en pequeñas hoquedades contiguas, que se observa asimismo en los demás templos de la isla.
Los megalitos aún en pie más antiguos de Occidente se hallan en la segunda isla del archipiélago, Gozo, y son los de Ġgantija, en la localidad de Xaghra. datan de 3600 a. C. y presentan ya la forma característica de los recintos malteses: se disponen en planta trilobulada, con una puerta adintelada que da acceso al conjunto. Esa estructura tan característica es propia de este archipiélago y no la encontramos en ningún otro vestigio prehistórico. Estamos hablando, por tanto, de una cultura lítica única, sin ninguna relación con las hasta ahora conocidas.
Estamos hablando, por tanto, de una cultura lítica única, sin ninguna relación con las hasta ahora conocidas
Pero este es solo el comienzo de los misterios de esta singular cultura megalítica. Al igual que en otros monumentos de este tipo, nos encontramos con la pregunta de cómo transportaron aquellos hombres las piedras desde la cantera hasta su emplazamiento último. Se trata, además, de moles que llegan hasta las veinte toneladas de peso. Algunos investigadores sugieren que utilizaron piedras redondas a modo de ruedas deslizantes, pero esta teoría no se sostiene, pues, bajo ese peso, se habrían despedazado. Lo mismo sucede con la manera en que lograron erigirlas en su enclave dentro del templo: los arqueólogos nos hablan de rampas de arena; teoría que admite, como poco, ciertas dudas.
Los templos de Ħagar Qim y Mnajdra
Quizá los templos más enigmáticos de Malta sean los de Ħagar Qim y Mnajdra. Allí encontramos, además de los enigmas mencionados, el de su posible orientación en función del sol, de acuerdo con solsticios y equinoccios. Este hecho nos haría incidir con una disciplina científica tan en boga como la arqueoastronomía.
La primera evidencia del conocimiento astronómico la tenemos en el templo sur de Mnajdra, donde, en los solsticios y equinoccios, hallamos una sorprendente alineación del corredor de entrada con la incidencia de los rayos del sol al amanecer. En los equinoccios de primavera y otoño, cuando las horas de día se igualan con las de noche, el sol se ve al alba totalmente alineado con el centro de este pasillo de entrada al templo. En el solsticio de invierno (el día más corto del año) los rayos de sol inciden justamente en un panel decorado a la derecha del corredor de entrada, mientras que en el solsticio de verano (el día más largo), inciden en otro panel similar colocado a la izquierda.
En el templo de Ħagar Qim, también encontramos otro elemento vinculado con la alineación astronómica. Durante el solsticio de verano, un rayo de luz penetra por un agujero elíptico en la pared de uno de los ábsides del edificio principal. La luz se proyecta como una luna creciente sobre la piedra y, según avanza el día y el sol asciende, la figura va bajando por la pared y su tamaño va creciendo hasta alcanzar la forma de un disco completo al llegar al suelo.
¿Cómo lograron los constructores de Ħagar Qim y Mnajdra esa precisión en sus edificaciones? Esta pregunta tiene una posible respuesta si atendemos a dos razones. La primera es que los alarifes de los templos planificaban su forma. En el Museo Arqueológico Nacional, encontramos pequeñas tallas de edificios hechos a escala muy pequeña; también se pueden observar en algunos monumentos dibujos de templos grabados en la roca. Estamos, pues, ante una cultura que planificaba sus construcciones ¿Podría tratarse de los primeros arquitectos de la historia?
No cabe, pues, ninguna duda de que este pueblo de constructores observaba y medía el movimiento de los astros
La segunda razón es que quienes erigieron aquellos megalitos poseían conocimientos astronómicos, como demuestran algunas pruebas. uno de los restos hallados en el templo de Tal-Qadi es una piedra tallada con una luna en cuarto creciente y ocho estrellas, entre las cuales se trazan diversas líneas que las dividen en sectores. Además, en Ħagar Qim se ha encontrado lo que parece ser una rueda solar. No cabe, pues, ninguna duda de que este pueblo de constructores observaba y medía el movimiento de los astros.
Más enigmas por resolver
Las incógnitas en torno a esta cultura que habitó Malta entre 6000 y 2500 a. C. no acaban aquí. Uno de los vestigios arqueológicos más intrigantes del planeta son los cart ruts: una serie de líneas, excavadas en el suelo, que recorren toda la isla como hileras distribuidas de dos en dos. Algunas de ellas se cruzan entre sí y, a veces, acaban al borde de acantilados o sumergiéndose en el mar. Se han planteado numerosas hipótesis sobre su uso sin que ninguna haya sido totalmente satisfactoria hasta la fecha.
Otro de los hitos arqueológicos de la isla es el hipogeo de Hal Saflieni. Se trata del único templo prehistórico subterráneo conocido. Se han encontrado restos de cerámica fechados en 4000 a. C., una datación, por tanto, temprana. Por otra parte, se calcula que se debió tardar en vaciar la roca unos mil quinientos años. De este modo, el hipogeo de Hal Saflieni constituiría una de las mayores y más complejas construcciones de la cultura megalítica de Malta. Se piensa que su concepción y uso original fueron los de santuario. No obstante, culturas posteriores lo utilizaron como necrópolis. Tiene tres niveles de profundidad. En el segundo, en concreto, encontramos diversas salas como la llamada del oráculo y la sancta sanctorum (el lugar más sagrado del templo).
Conclusión
El archipiélago maltés acogió una cultura sin parangón en occidente en todo el período prehistórico. Las evidencias arqueológicas nos muestran su capacidad constructiva, sus conocimientos astronómicos y su manejo de tecnologías que escapan a nuestro entendimiento (al menos con las pruebas que se han hallado hasta ahora). Malta es, sin lugar a dudas, un centro arqueológico de primer orden y, a buen seguro, las futuras investigaciones arrojarán nueva luz sobre esta civilización megalítica tan avanzada. De momento, quedan numerosas incógnitas por resolver, tanto por su capacidad tecnológica como por su desaparición, sin dejar rastro, hace unos cuatro mil quinientos años.

Soy escritor, conferenciante y gestor cultural y miembro del equipo del Paisaje de la Luz, patrimonio de la UNESCO. También pertenezco al Centro UNESCO Getafe-Madrid. Dirijo la revista académica Herejía y Belleza. Me encanta el lado secreto de la historia y las artes. Soy autor de los libros Crónicas del Madrid secreto, El Tarot de Mantegna y la sabiduría arcana del Renacimiento y Arte y sociedades secretas. Péladan y los salones de la Rosa+Cruz. Actualmente escribo para Penguin Random House. Soy también colaborador de la revista Jot Down. En esta web podrás encontrar todas mis publicaciones, conferencias, noticias, artículos, intervenciones en prensa y radio, y mucho más.