Quizá el lector se pregunte si tal vez en alguna ocasión el genial maestro florentino pasó por esta ciudad. La respuesta es que Leonardo da Vinci jamás estuvo en Madrid. No obstante, dado el poder del imperio español durante centurias, el cual ocupó tierras hoy italianas, y también por el afán coleccionista de nuestros monarcas, no es de extrañar que podamos rastrear algunas huellas de Leonardo en la capital.

La Gioconda del Prado
Anónimo (Taller de Leonardo da Vinci). Mona Lisa, 1503-1519. Museo del Prado.

La primera nos lleva a nuestra gran pinacoteca: el Museo del Prado. Allí tenemos una copia de la famosa Gioconda del Prado. Se trata de la réplica más valiosa de esta gran obra maestra. Nuestra Mona Lisa estuvo expuesta mucho tiempo en el museo, pero se pensaba que era una copia tardía, del siglo XVIII, por el fondo negro que tenía. El caso es que entre 2011 y 2012 la obra fue restaurada para una exposición y ¡oh maravilla!, al eliminar la capa oscura, que era un repintado posterior, salió a la luz un paisaje exactamente igual al de la Gioconda original.

Estudiando esta pintura y comparándola con el original, los restauradores se dieron cuenta de que la Gioconda del Prado fue pintada en el taller del maestro a la vez que se pintaba la original. De hecho se aprecia en algunos detalles la mano del pintor que corregía a su alumno. Así podemos ver ejemplos del sfumato en esta obra, esa técnica tan propia y original de Leonardo que hacía percibir las siluetas de sus figuras de una manera mucho más realista. Sabemos pues que se trata de la copia de la gran obra maestra de Leonardo más temprana conocida hasta el momento y uno de los testimonios más significativos de los procedimientos del taller de Leonardo.

No sabemos muy bien cómo la obra llegó a Madrid. La primera pista está en la colección real, donde probablemente se registró ya en 1666 en la Galería del Mediodía del Alcázar como una mujer de mano de Leonardo Abince. Como veremos en otro capítulo, esta obra podría haberse salvado del incendio del Alcázar. Si el lector está interesado en ver esta joya, no tiene más que acercarse al Museo del Prado, donde podrá admirarla en la sala 056B. 

Giovanni A. Boltraffio. El Salvador adolescente, 1490-1495. Museo Lázaro Galdiano. 

El segundo hito leonardesco en nuestra ciudad lo tenemos en el Museo Lázaro Galdiano. Allí nos aguarda una obra de arte más que intrigante. Se trata del Salvador joven, una obra del taller de Leonardo. Si bien aquí la mano del maestro no está tan clara, lo que nos muestra esta obra es uno de los ideales estéticos de Leonardo da Vinci, el cual quiso enseñar también a sus discípulos. Estamos hablando del concepto de la androginia.

Algunas de las obras de Leonardo nos muestran a personajes andróginos, esto es, con ambigüedad sexual. No sabemos si son hombres o mujeres a quienes representa. Los ejemplos más destacados de esta androginia serían el San Juan del Louvre o San Felipe en La Última Cena de Milán.

Quiero resaltar el tema de la androginia porque se trata de una de las ideas humanistas que se forjaron en la Florencia renacentista, pues se rescataron las ideas de Platón y de los neoplatónicos y se vinculó esa ambigüedad sexual con lo divino. Es la eterna pregunta de cuál es el sexo de Dios: para los humanistas renacentistas como Marsilio Ficino o Pico della Mirandola parece ser que se trataba un tercer sexo ambiguo, ni hombre ni mujer, vinculado con lo sagrado.

Aparte de su androginia, la pieza del Lázaro Galdiano está repleta de enigmas. Cuando la adquiere José Lázaro Galdiano, el fundador del museo, creyó que representaba a la hija del Verrocchio; luego dijo que era un san Juan. A su muerte, tras la inauguración del museo, es cuando se propuso que la obra pudiera ser un Salvador adolescente

Sin embargo, la imagen no tiene potencias ni nimbo que lo refieran a Jesucristo; esto se debe a que se eliminaron en una restauración porque eran un repinte. Mediante reflectografía infrarroja, se observó también una inscripción que reza «LA MAG». no se sabe si se refiere a «la Magdalena», «la imagen»… Además, se ha observado que el reverso está dorado, por lo que podría ser la puerta de un sagrario pretendidamente hallado en Valladolid. Por todo ello, esta es una pieza llena de enigmas.

Leonardo da Vinci. Imagen del Códice de Madrid I. Biblioteca Nacional de España.

Nuestro último testimonio, esta vez sí, se trata de una huella de Leonardo al ciento por ciento. En la Biblioteca Nacional contamos con dos tesoros bibliográficos de la mano del propio Leonardo da Vinci. Se trata de los denominados Códices de Madrid I y II que datan de la última década del siglo XV. 

Como todos los textos y tratados de Leonardo, los volúmenes madrileños están escritos al revés. Esta es una de las particularidades del genio: tenía la habilidad de escribir con las dos manos a la vez y podía, perfectamente, escribir del revés, de modo que había que utilizar un espejo para poder descifrar su escritura. Utilizó esta técnica para que sus textos no estuvieran al alcance de todo el mundo.

Estos libros nos son dos obras uniformes, sino que se trata de dos recopilaciones que realizó su discípulo Francesco Melzi a su muerte. Recogen textos, apuntes y dibujos que tratan muy diversos temas: matemáticas, ingeniería militar, máquinas e ingenios, anatomía, perspectiva, topografía, música… 

Y es que Leonardo no fue solo un gran pintor sino un gran genio que cultivó todas las disciplinas del arte y de la ciencia, lo cual le ha granjeado la fama de ser el gran genio del Renacimiento.

Veamos cómo llegaron los códices a Madrid. Francesco Melzi, discípulo de Leonardo, recopiló todos los apuntes del maestro para que su legado no se perdiera. El caso es que pasados unos cincuenta años y muerto ya Melzi, su hijo Oracio vendió estos dos tomos a Pompeo Leoni, un gran escultor que vino a España para trabajar con Felipe II. Aquí realizó algunas esculturas importantes de Carlos V y de Felipe II, además de otras obras para personajes notables de la corte española.

Cuando muere Leoni los códices pasaron a Juan de Espina, un personaje notable de la corte. El caso es que el Príncipe de Gales vino a Madrid a tratar de adquirir los volúmenes y ante el acoso, Juan de Espina se los regaló al rey Felipe IV. De este modo pasaron a las colecciones reales españolas en 1712. 

El caso es que estuvieron perdidos hasta que en 1964 los investigadores dieron con ellos y pasaron a la Biblioteca Nacional donde por fin pudieron ser estudiados. Desde luego, constituyen uno de los tesoros más valiosos de las colecciones bibliográficas españolas. 
Dada la importancia de estos libros, la Biblioteca Nacional tomó la sabia decisión de digitalizarlos y ponerlos en abierto para todo el mundo. De este modo, los códices se pueden consultar online en la web de la Biblioteca Nacional http://leonardo.bne.es/

Y si quieres saber más…

Este texto es el primer capítulo del libro Crónicas del Madrid secreto que puedes encontrar en Amazon o en la web de misterica.net tanto en formato impreso como digital. Allí encontrarás muchos otros de los secretos que esconde la ciudad: la Cibeles, el Castillo de la Alameda, el Panteón de Hombres Ilustres, el cementerio inglés, la Real Academia Española… y mucho más.