John William Waterhouse fue un pintor británico que desarrolló su obra a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Fue seguidor de la corriente pictórica de mediados del XIX conocida como Prerrafaelismo. De hecho, ha sido apodado como “el moderno prerrafaelita” por seguir sus preceptos décadas más tarde. Académico de reconocido prestigio, se sostiene la teoría de que pudo militar en alguna sociedad secreta de corte ocultista pero no hay ningún documento que lo atestigüe. En estas páginas vamos a tratar de dilucidar los argumentos a favor de esta teoría: ¿fue Waterhouse un seguidor del ocultismo?

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J.W. Waterhouse, La bola de cristal,1902.

Tenemos que situarnos en el tiempo: estamos a finales del siglo XIX, en 1859 se había publicado El origen de las especies de Darwin y comienza el progreso tecnológico. Las religiones oficiales están en crisis y en ese momento surgen multitud de credos y sociedades de carácter esotérico y ocultista. En 1875 Madame Blavatsky había fundado la Sociedad Teosófica en Estados Unidos y había publicado su gran libro de referencia Isis sin velo. En ese momento viaja a París, que es un hervidero de heterodoxia, hay multitud de sesiones espiritistas y reuniones secretas y van a proliferar numerosas organizaciones herméticas, rosacruces, teosóficas, ocultistas, etc. Es el tiempo en que Joséphin Péladan organiza las exposiciones artísticas de corte esotérico bajo el nombre de salones de la Rose+Croix. Este influjo de credos heterodoxos se expande por todo el continente en lugares como Munich o Praga. Inglaterra, aunque algo más tarde, también va a seguir esta tendencia. Mundialmente famosa será la Orden Hermética de la Aurora Dorada –generalmente conocida como Golden Dawn- fundada en Inglaterra en 1888, orden en la que militarán personajes tan insignes como Arthur Machen, Bram Stoker, W.B. Yeats, H.G. Wells o el archiconocido Aleister Crowley. Se cree que Waterhouse pudo ser uno de ellos.

John William Waterhouse (Roma, 6 de abril de 1849 – Londres, 10 de febrero de 1917) es hijo de un pintor británico que trabajó unos años en Italia. Pronto la familia regresa a Inglaterra y el joven John William va a seguir los pasos de su padre. Sus comienzos estuvieron dedicados a la pintura de historia, campo en el que cosechó notables éxitos y el reconocimiento de la Royal Academy, máxima institución de las artes en Gran Bretaña. Tanto es así que en 1895 será nombrado académico. Su prestigio le permite una mayor libertad y su pintura se va a acercar a la tradición prerrafaelita, que había tenido su auge en la década de los 50. En esta etapa vamos a ver como algunas de sus pinturas más importantes están imbuidas de algo más que simple esteticismo: van a aparecer toda una serie de claves relacionadas con la magia, la adivinación y las tradiciones secretas de la Antigüedad que nos hacen pensar que Waterhouse tenía conocimientos profundos de estas materias, más allá de ser un puro aficionado, y especular sobre su vinculación ocultista. Para ver esto de una forma más clara vamos a detenernos en tres de sus lienzos más conocidos: Consultando al oráculo (1884), El círculo mágico (1886) y La bola de Cristal (1902).

Consultando al oráculo representa a un grupo de jóvenes doncellas que acuden a una maga para consultar su futuro, el cual emana de una cabeza que susurra el destino al oído de la maga. El momento recogido por Waterhouse es el de la revelación: la maga escucha atenta al oráculo mientras con un brazo trata de frenar la sorpresa de las jóvenes que se muestran atónitas en la escena. Según la cultura de la época, lo más lógico hubiera sido pensar que Waterhouse había representado una escena de la Antigua Grecia: la consulta al oráculo de Delfos, pero vamos a ver que esto no es así. Si nos fijamos en el espacio en el que transcurre la acción vemos que se trata de una estancia hebrea. Esto nos lleva a pensar mediante qué formas se adivinaba el futuro en esta cultura. Esa cabeza que representa Waterhouse podría ser un Terafín, que según el Tárgum -una traducción al arameo dela Biblia hebrea producida o compilada en el antiguo Israel y Babilonia- no sería sino la cabeza de un joven varón primogénito que ha sido sacrificado con finalidades mágicas y que tiene el poder de la adivinación del futuro.

J.W. Waterhouse, El círculo mágico, 1886.

En El círculo mágico el tema es mucho más evidente: Waterhouse representa un acto de hechicería. Aquí, una bruja hierve una poción en un caldero mágico y mientras traza un círculo de fuego –elemento de protección contra los malos espíritus- en torno a ella. A su alrededor hay cuervos –aves de mal agüero- y un sapo, animal también vinculado a la magia. Si nos fijamos en el vestido de la hechicera tiene bordados motivos de la Antigua Grecia. Por otra parte, en su cinto lleva una hoz con la forma de las empleadas por los druidas. Por último, rodeada a su cuello, una serpiente se muerde la cola. Esta serpiente tiene el nombre de Ouroboros y representa la naturaleza cíclica de la vida. Su representación se remonta al Antiguo Egipto pero es también frecuente en el hermetismo y en la alquimia. En este contexto el Ouroboros representa la unidad de todas las cosas, tanto materiales como espirituales, que no desaparecen sino que cambian de forma en un ciclo eterno de destrucción y creación; es también el símbolo del infinito. Aquí podemos darnos cuenta de cómo Waterhouse está poniendo en un mismo contexto elementos mágicos de las culturas antiguas y del saber alquímico.

Por último hacemos referencia a La bola de cristal. De nuevo, aparece una maga, esta vez observando la imagen reflejada en el interior de una bola de cristal. Vemos un libro de hechizos abierto por una página de la que la protagonista habrá pronunciado las palabras mágicas. Junto al libro una calavera, un elemento de múltiples lecturas que puede hacer referencia a la práctica brujeril o a la muerte. Si nos fijamos en el vestido y en el interior de la estancia observamos que se trata de una escena medieval. El tema nos retrotrae a Consultando al oráculo pues, como sabemos, la bola de cristal se utilizaba como elemento de videncia, al igual que hacía el oráculo. La bola de cristal se utiliza para una práctica de adivinación que se remonta a la cultura celta donde los druidas veían en las piedras de berilo el pasado, el presente y el futuro. En la Edad Media, sin embargo, las bolas para adivinación eran de cristal de roca.

Este cuadro, paradójicamente, hace pareja con otro, hoy desaparecido, titulado El misal, en donde una joven devota reza arrodillada. Se dice que Frederick Pyman encargó la pareja de cuadros a Waterhouse para su residencia de Whitby. Whitby es una localidad costera al nordeste de Inglaterra en la que tienen similar presencia, las tradiciones cristiana y de culto a la magia blanca. Es más, Whitby es la localidad donde Bram Stoker halló las primeras referencias sobre el nombre ‘Dracul’ y donde se inspiró para crear su obra cumbre: Drácula, que en buena parte se desarrolla en esta ciudad. Este es un elemento que sugiere una posible vinculación entre Waterhouse y Stoker, este último miembro de la Golden Dawn. Se ha propuesto que la pareja de cuadros que pinta Waterhouse viniera a representar el cristianismo y la magia en la ciudad de Whitby.

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J.W. Waterhouse, Jasón y Medea, 1907.

Hay toda una serie de lienzos más en los que Waterhouse apela a elementos mágicos. Por una parte, Circe protagoniza varios de ellos. Aparece en la Odisea y es una hechicera que convierte a todos los hombres en cerdos; y quiere conquistar el corazón de Ulises y retenerlo en su tierra para siempre. Otros cuadros hacen referencia a filtros o pociones mágicas como El filtro de amor, Jasón y Medea o Destino. Como podemos ver, la magia es un tema que está presente a lo largo de la pintura de Waterhouse.

A la vista de estas cuestiones cabe considerar que los conocimientos que tiene Waterhouse sobre la magia van más allá de la pura afición. Los elementos que aparecen implican un conocimiento profundo del tema, una erudición que, dado el contexto del auge de las sociedades ocultistas, hacen más que probable la participación de Waterhouse en alguna de ellas. No obstante, como reputado académico, es muy posible que Waterhouse mantuviera en secreto su participación en alguna sociedad secreta. Los expertos en Waterhouse sostienen la teoría de que el pintor fue un ocultista. También lo cree este que les escribe.

 

Pedro Ortega